miércoles, 13 de abril de 2011

Fluir con la vida o la esencia del Tao

El agua se adapta siempre a cualquier forma sin perder jamás su esencia. Siempre fluye siguiendo el camino más fácil, el más corto, el que menos resistencia le ofrece. El agua siempre tiende al equilibrio y al reposo. En la quietud es transparente. La suave persistencia de su goteo consigue agujerear la roca más dura y su vaivén logra moldear las asperezas de las piedras. Reza un refrán castellano “dar palos al agua”, y que absurdo es intentar abatirla, no sirve de nada, el agua rodea y abraza a su agresor, esta es su forma de vencerlo. El agua sigue los principios de gravedad y al sentirse atrapada se eleva en busca de una nueva salida. El objetivo del arroyo no es llegar al mar, es simplemente fluir y ser arroyo, y cuando llega al mar, es mar, y simplemente evapora y entonces es nube, y luego simplemente es lluvia, para luego seguir siendo arroyo. Si observamos el fluir del agua nunca encontraremos un error estético, es grácil en el arroyo, elegante en la ola, efímera en el rocío, liviana en la nube, imponente en el mar.


Hay un relato taoísta que cuenta la historia de un granjero que tenía caballos. Un día se rompió la valla que los guardaba y éstos se escaparon. Cuando sus amigos se enteraron acudieron a su casa y le dijeron: “¡Que mala suerte has tenido!” y el granjero les respondió: “Puede ser”. Al cabo de unos días los caballos regresaron acompañados de otros muchos más caballos salvajes. Los amigos muy contentos fueron a su casa para decirle: “¡Qué buena suerte has tenido!” y el granjero, entonces, les respondió: “Puede ser”. Pasó el tiempo y un día el hijo del granjero cuando intentaba domar a uno de los caballos salvajes se cayó al suelo y se rompió la pierna. Los amigos volvieron a su casa y le dijeron: “¡Que mala suerte has tenido!” y el granjero les respondió: “Puede ser”. Justo al día siguiente llegaron unos oficiales para reclutar en el ejército a los hombres jóvenes del pueblo pero como el hijo del granjero estaba lesionado y no podía caminar, lo excluyeron. Los amigos acudieron de nuevo a su casa y le dijeron: “¡Que buena suerte has tenido!” y el granjero les respondió: “Puede ser”…. El mensaje taoísta de este cuento nos enseña que la dicha y la desgracia se suceden, sin comienzo ni fin, todo es un proceso que fluye. La filosofía del Tao implica seguir hábilmente y con inteligencia el curso, la corriente y la textura del fenómeno natural, considerando la vida humana como un rasgo integrante del proceso global y no como algo ajeno y opuesto a él.


Nuria Leonelli - Directora y profesora del Instituto Qigong

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