De repente hace frío, tanto frío que no sientes tu cuerpo, dejas de sentir por completo, incluso dirías que tu cuerpo ya no es tuyo, que has logrado transcenderlo, te miras al espejo y no te reconoces ¿Quién es esa persona que te mira desde el otro lado? Si te acercas a la fría superficie y miras bien dentro de tus ojos te asustas, retrocedes porque es allí donde puedes contemplarte sin máscaras, sin disfraces, es ahí donde puedes contemplarte con toda tu grandeza, con toda tu verdad pero asusta tanto que no osas si quiera resistir la mirada durante dos segundos. Crees que es más seguro no mirar ahí dentro, el miedo te paraliza y te aparta de tu esencia, del amor, de la belleza y te lleva a lugares oscuros, fríos y solitarios.
De repente hace calor, tanto calor que quisieras repartirlo a todo el que se te acerca, no sabes muy bien porqué pero necesitas compartirlo, es algo que surge de dentro, del corazón y te das cuenta de que no hay motivo para no estar feliz por compartirlo pero también percibes que las personas de tu alrededor se asustan, no quieren eso tan bello porque no están preparadas para recibirlo o simplemente no creen que lo merezcan. Con el calor te observas de nuevo en ese espejo y reconoces enseguida la belleza y el amor, te miras y ves más allá de tu cuerpo. Te sientes a gusto, te amas, miras dentro de tus ojos consiguiendo el éxtasis y la certeza de que formas parte de un todo, de que eres parte del gran universo.
Atravesar el desierto contiene las dos partes, el frío y el calor y no precisamente a parte iguales, por algún motivo sueles permaneces mucho más tiempo en el frío y eso conlleva consecuencias. La única suerte es saber que el calor existe y que cuando lo experimentas sabes que es real, que no puede haber nada más real en tu vida. Sabes que el frío es una farsa, un teatro pero aún así no es fácil desenmascarar a los actores, ni siquiera tu misma consigues quitarte la careta. Es duro atravesar el desierto, la soledad duele, el frío asusta y la oscuridad paraliza. Quiero moverme, amarme y relacionarme pero no puedo, sigo atrapada en este desierto y por más que sepa que solo es un tramo del viaje y que al final encontraré ese deseado oasis no puedo dejar de pasarlo mal.
De repente hace calor, tanto calor que quisieras repartirlo a todo el que se te acerca, no sabes muy bien porqué pero necesitas compartirlo, es algo que surge de dentro, del corazón y te das cuenta de que no hay motivo para no estar feliz por compartirlo pero también percibes que las personas de tu alrededor se asustan, no quieren eso tan bello porque no están preparadas para recibirlo o simplemente no creen que lo merezcan. Con el calor te observas de nuevo en ese espejo y reconoces enseguida la belleza y el amor, te miras y ves más allá de tu cuerpo. Te sientes a gusto, te amas, miras dentro de tus ojos consiguiendo el éxtasis y la certeza de que formas parte de un todo, de que eres parte del gran universo.
Atravesar el desierto contiene las dos partes, el frío y el calor y no precisamente a parte iguales, por algún motivo sueles permaneces mucho más tiempo en el frío y eso conlleva consecuencias. La única suerte es saber que el calor existe y que cuando lo experimentas sabes que es real, que no puede haber nada más real en tu vida. Sabes que el frío es una farsa, un teatro pero aún así no es fácil desenmascarar a los actores, ni siquiera tu misma consigues quitarte la careta. Es duro atravesar el desierto, la soledad duele, el frío asusta y la oscuridad paraliza. Quiero moverme, amarme y relacionarme pero no puedo, sigo atrapada en este desierto y por más que sepa que solo es un tramo del viaje y que al final encontraré ese deseado oasis no puedo dejar de pasarlo mal.
Fuente: Reflexiones de Carmen Esteban
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