Me dirijo en tren hacia mi encuentro mensual de crecimiento personal, cada sábado que tomo ese camino siento mariposas en el estómago que me incomodan. ¿Nervios? tal vez, ¿Miedo? quizás. Enfrentar la mirada de mi misma frente al espejo nunca me resultó fácil, siempre fue más sencillo llevar la mirada a lo que sucede en el exterior.
En un acto inconsciente en ese momento me decido a llevar mi mirada a través de la ventana del tren hacia fuera y observo las gotas de lluvia intensa deslizándose por el cristal, enfoco la mirada lejos y observo a unos perros seguidos de su amo que corren bajo la lluvia. El espectáculo es emocionante y hace despertar en mi interior una sensación salvaje y visceral. Yo quiero ser como esos perros que se arriesgan a vivir, a sentir, a jugar y a disfrutar.
Quiero bailar bajo la lluvia, sentir esa sensación natural sin que me asalten pensamientos de miedo .... cogeré un resfriado? .... me juzgarán loca? ... en realidad es esto lo que quiero? .... no soy demasiado mayor para hacer tonterías? .... y ahí la magia se rompe a causa de una serie de pensamientos encadenados que logran que mis ojos dejen de brillar de ilusión y cambie esa sensación de alegría y fluidez por una sensación de miedo y pesadez. Como una gran losa pesada los pensamientos aplastan la posibilidad de bailar bajo la lluvia sin una posible vía de escape.
Así sucede, día tras día, mi fuerza vital se agota en una lucha interna, mi fuerza vital queda sumisa y adiestrada por una mente que en teoría lucha por mi supervivencia y finalmente eso es lo que logra... que sobreviva .... pero en ningún caso que VIVA.