Miles de gansos emigran cada año, y en su
camino son innumerables las dificultades que deben vencer: enormes distancias,
fuertes vientos, cazadores furtivos, o el propio cansancio por el gran
esfuerzo.
Sin embargo, no afrontan solos ese desafío,
ya que se unen en bandadas para potenciar sus fuerzas, y vuelan en forma de V
para reducir la resistencia al viento.
Coordinan sus movimientos en la misma
dirección y su velocidad es constante, producto del esfuerzo compartido. La
cohesión de la formación les permite no sólo afrontar las turbulencias del
viento, sino aprovecharlas a su favor. Ningún ganso individualmente, por más
veloz y resistente que sea, logra obtener resultados similares volando solo.
Cuando el líder se cansa, se retira al
último lugar de la formación para recuperar fuerzas. Otro ganso lo reemplaza
manteniendo el rumbo y la velocidad de vuelo, siempre marcado por el líder. Los
demás alientan con su graznido a aquellos que hacen el mayor esfuerzo, Si
alguno de ellos cae herido, uno de sus compañeros lo protege y acompaña hasta
que está en condiciones de retomar el vuelo.
Finalmente, cuando están próximos
a llegar a su meta, cambian la estructura de su formación para tocar tierra,
suavemente, en una armónica ola.
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